20 nov 2011

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Baja turismo en Acapulco


La violencia que ha azotado a ese puerto mexicano aleja a visitantes
ACAPULCO, México.— Mientras paseaba del brazo de su marido por la soleada avenida Costera, la principal de este puerto del sur del país, Ethel Taylor suspiró reflexiva: "No convencí a mis dos hijos para que vinieran. Dijeron que no es ‘in’ y que podrían matarlos". "¡No saben lo que dicen!", acotó el señor Taylor con risitas amargas: las playas a las que la pareja de Chicago regresa cada invierno desde su luna de miel hace 25 años están en declive como atractivo turístico internacional, sobre todo para estadounidenses. La Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco afirma que la caída ha sido del 60%; la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios calcula que el 90%, atribuido a razones diversas: desde la cancelación de vuelos directos tras el quiebre de Mexicana de Aviación hasta la competencia de destinos turísticos, pero sobre todo a la inseguridad. La avalancha de noticias negativas sobre macabras ejecuciones en el estado —la mayoría lejos de la zona turística e incluso a cientos de kilómetros— tiene su efecto: nadie quiere toparse, ni siquiera en los periódicos, con un centenar de muertos en un mes, como se contaron a inicios de 2011.
¿Quién convence a los temerosos? Ni siquiera los Taylor que promueven Acapulco entre los suyos: en temporada baja suele ser un paraíso para los paseantes que buscan tranquilidad, sol y buena comida; en tiempo de vacaciones, lo mejor del país en vida nocturna…
La estocada al puerto como destino de visitantes extranjeros la dio este año la información sobre un grupo de michoacanos que fueron confundidos por el suegro de Edgar Valdes Villarreal, "La Brbie", quien creyó que eran integrantes de un grupo rival y los asesinó ha sido el único caso contra turistas durante 10 años en que el cartel de Sinaloa y Los Zetas se pelean la plaza para el contrabando y venta de droga, pero arrollador en la opinión pública. "A partir de eso ¡nos canceló la renta de casas y villas el 70% de los springbreakers!", lamenta impotente Lilia Pinter, gerente de ventas de Ron Lavender, una de las principales inmobiliarias del puerto que cuenta entre sus clientes a Sam’s, KFC, Pizza Hut, entre otros. Los springbreakers eran el último grupo que sostenía el turismo masivo de estadounidenses a Acapulco que durante décadas fue el destino dorado en México desde que se casó aquí la actriz Elizabeth Taylor, y compraron mansiones los cantantes Luis Miguel y Placido Domingo, que apostaron a un mercado que hoy está en declive.
"Sólo nos queda el 10% de clientes extranjeros que teníamos hace unos seis años", reconoce Pindter como representante de una compañía que ha vivido en carne propia las vicisitudes de la inseguridad. En 2001, el dueño de Ron Lavender fue secuestrado. Era una época en que los plagios a empresarios turísticos acecharon al puerto, pero tras la captura de algunas bandas la situación se relajó. "No ha sido fácil, pero aquí estamos insistiendo", agrega. Los acapulqueños por lo general no pierden la fe en que su puerto da para más. Por ahora tienen cautivo al turismo nacional del centro del país —la capital mexicana que se encuentra a 400 kilómetros al norte—, mientras lidian con estrategias para recuperar a los internacionales que tiene una mayor capacidad de consumo.
"Esos sí compran", dice Roberto Gomez, un viejo vendedor ambulante de joyería de plata y bolsas que recuerda con nostalgia el tiempo en que las playas se llenaban de "gringuitos". Javier Saldivar, presidente en Guerrero de la Camara Nacional de Comercio (Canaco), explica que si bien los mexicanos saben que los asesinatos son entre criminales locales, el turismo internacional no tiene forma de constatarlo de cerca. "Los medios de comunicación dicen que las masacres son en Acapulco, aunque sean en un municipio lejano", lamenta. "Y no explican más". Ante tal desinformación, el empresario reprocha a las autoridades municipales, estatales y federales que no exista una contracampaña al exterior para explicar con claridad lo que ocurre. "No podemos ocultar lo que ocurre, pero sí dimensionar la realidad".

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